Santos Gabriel Rueda: «La vista al Pacífico era impagable»
«En abril había decidido ir correr a Valdivia, después que los organizadores me contactaron para invitarme a la carrera. No podía rechazar la invitación, era la oportunidad para conocer una ciudad más del país vecino, y se rumoreaba que iba a haber buenos corredores de ambos lados de la cordillera. Eso es una buena ocasión para saber dónde está parado uno. Y así fue, todo lo esperado se cumplió.
Llegamos el viernes tipo 5 a Valdivia, con Sergio y Cynthia, que tuvieron la amabilidad de llevarnos desde Bariloche. Después de unas 4 hrs de viaje, donde pudimos charlar de carreras, de la vida de cada uno y distintas experiencias personales con mates de por medio, pude conocer cómo debe actuar un corredor fuera de los senderos, conocí la persona detrás de un corredor como Trecamán. Era un día soleado que dejaba ver montañas poco elevadas pero con mucha selva, esto me hizo recordar a mi pueblo añorado y querido de Aguas Blancas, donde en verano es muy verde. El hotel que nos gestionó la organización era de primera categoría, lo que fue una sorpresa ya que siempre acostumbro a quedarme en cualquier hostel para las carreras.
El sábado por la mañana pudimos trotar un poco como para avisarle a las piernas que al día siguiente las íbamos a castigar con unos 60 km. Ese día también pude compartir un almuerzo con otro salteño, Jorge que corría sus 42 km. Luego de esto fuimos a la charla técnica donde describieron el recorrido que realizamos y algunos datos y consejos para el día siguiente. Finalmente por la noche disfrutamos unos ricos ñoquis con Sergio, Cynthia, Luis, Daniela, Laura, Miguel y mi gran amiga Vero, que en menos de 24 hrs decidió correrla y se vino desde Esquel sin dormir esa misma madrugada. Con todo el cansancio del viaje estaba ahí al lado mío haciendo chistes y planeábamos carreras para la próxima mitad del año. Todo esto sabiendo que en menos de 5 horas estaríamos bajo el arco de largada.
Todos debemos haber dormido menos de 4 hs, porque las 2 hs antes de la carrera son claves, hay que estar muy tranquilo, asegurarse de tener todo preparado, tener los elementos de seguridad que exige la organización y lo necesario para correr como geles y el reloj. Además hay que comer mucho antes de correr un ultra, ya que se queman muchas calorías. También es importante tener el tanque completo antes de largar.
A las 3:30 am pasaba Vero a buscarnos ya que teníamos una hora de viaje hasta la largada. En ese recorrido traté de concentrarme un poco y recordar las indicaciones de mi entrenador Raúl Mancilla («No salgas fuerte, pero que no se te vayan muy lejos, que después de la mitad de la carrera se va a saber cómo viene cada uno.»)
La largada era desde la playa, y a pesar del fuerte viento el frío no se hacía sentir. En ese momento decidí salir en remera, lo que después me costaría un poco caro. Empecé a entrar en calor, trotando suave y logré cargar mis dos caramañolas de agua antes que nos llamen para ingresar al corralito y poder largar. Dijeron 2 o 3 consejos que yo por los nervios no los escuché, sólo estaba ahí ansioso de poder largar. En esos minutos que estás bajo el arco sin poder moverte ,esperando que hagan la cuenta regresiva, la mente ya comienza la carrera pero tenés los pies pegados al suelo. Finalmente escucho 10, 9,… y se largó una nueva carrera. A los pocos metros, Franco Paredes ya nos sacaba una buena distancia. Sergio lo seguía al lado y un poquito más atrás Acuña, justo el trío por el cual todos apostaban al podio, porque eran los 3 con mejores resultados en su historial de los que estábamos ahí.
La carrera comenzaba por un camino de tierra que subía abruptamente por 7 km. En estos primeros kilómetros todos subían muy rápido, yo me puse atrás de Nelson Ortega y Luis Epele. Pensé que manteniéndome en esa posición por los primeros kilómetros estaría bien, son corredores fuertes, y Ortega es alguien con mucha experiencia en carreras de trail, así que era buen momento para aprender de él. Llegamos juntos al puesto del km 7, cargué hidratación y nos esperaba una bajada de unos 4 km.
Durante la bajada se veía la linterna de los punteros, que me venían sacando unos varios minutos. Descendimos desde los 600 m hasta casi el nivel del mar nuevamente. Epele en la bajada apretó un poco más y lo perdimos de vista, mientras yo seguía atrás de Ortega. El recorrido continuaba con una subida en la que alterné corriendo y caminando. Vi una linterna cerca y me apuré a alcanzarla, ahí me di cuenta que Ortega se había quedado un poco. Al final de la subida había un segundo puesto donde pude alcanzar de nuevo a Epele y otro corredor chileno. Pude agarrar algunas frutas y salimos rápido los 3, nadie se quería quedar.
Nos esperaba una larga bajada donde nos perdimos los 3, teniendo que volver a subir para encontrar las marcas. A pesar de la bronca nos dimos ánimo entre los 3 para continuar bajando. Era una zona de mucho barro y empezó a caer una helada con mucha niebla. Los dedos no los sentía del frío, pero me decía «ya está, en algún momento tiene que amanecer». Habremos compartido con Epele unos 10 km. En un momento divisé a un corredor cerca, y aumenté el ritmo para alcanzarlo. Me pongo a la par y me doy cuenta que Epele se había quedado. Este corredor resultó ser Fabien Beaufils, que terminó llegando 3ro en la general. Compartimos unos 2 km donde me comentó que era francés radicado en Chile y me dió una barrita de cereal. De a poco iba amaneciendo y ya se podía correr sin linterna. La apagué y sentí mucha felicidad porque las peores horas de la carrera habían pasado. Los siguientes 5 km los corrí solo, cruzando una selva muy característica de la región valdiviana. En una larga subida lo veo a lo lejos a Treca, casi caminando, así que corrí más fuerte para alcanzarlo y ver qué le había pasado. Me cuenta de sus calambres y juntos seguimos un tramo más, donde me comenta que Franco estaba muy cerca. Me salieron todas las ganas de correr fuerte en esa bajada, eran 4 km hasta el siguiente puesto que era el más grande. Hay un video que muestra la llegada a ese puesto (km 43). Nos abastecimos de cosas sólidas y cargamos hidratación, nos dijeron que quedaban una larga subida de unos 15 km, que era la última. Salimos juntos del puesto, yo por detrás, como respetando el gran nivel de Paredes pero dispuesto a batallar. Él tenía ventaja, porque con sólo 20 años se ha subido a grandes podios en Argentina y ya tiene importantes carreras en Europa. Este momento fue donde más me comió la cabeza, hacía más de 4 horas que venía corriendo a un ritmo que nunca había corrido, y no sabía en qué momento mis piernas dirían basta!, como tampoco sabía en qué momento Paredes aumentaría el ritmo para quebrarme. Pero lo que sí sabía es que yo no me iba a separar, había hecho una estupenda carrera hasta ahí y no la iba a cagar a última hora, antes dejaría todo para pegarme al lado. No iba a hacer la gran Higuain de llegar a una final y errar la definición solo contra el arquero. Psicológicamente tenía un poco de miedo de si podría seguirle o no pero contaba con que había mucha gente que estaba también expectante como yo, el día anterior había leído todos los saludos y sentía que tenía que darle una alegría a mi gente. Además ya la había cagado en Patagonia Run en abril, donde perdí la punta en el sprint final, y esta vez estaba muy dispuesto a sufrir los últimos kilómetros si hacía falta. Estaba seguro que Franco lanzaría un ataque porque ninguno de los dos se iba a arriesgar a tener que definir en la última bajada, eso nadie lo quería, iba a ser muy peligroso, porque es ahí donde suceden los accidentes, al bajar fuerte por senderos muy técnicos. Fue en el km 48, cuando siento que alguien nos alcanza, era un corredor de la distancia menor. Me di cuenta que estábamos bajando el ritmo, y me dije «es ahora». De a poco aumenté el ritmo en la subida y fui sacando ventaja, teniendo cada vez más ganas de seguir corriendo, todavía faltaban unos 12 km así que debía ser cauto en no aumentar a un ritmo que no lo podría aguantar.
Y fue así como de a poco empecé a sacar ventaja, ventaja que en ese momento desconocía, pero nunca deje de correr porque ganas de ganar me sobraban. La subida era interminable pero no podía aflojar. Me imaginaba que tal vez Treca se haya recuperado, sé que ese es un león que nunca se da por vencido, y si eso sucedía seguro venía a la caza por mi. También pensaba que tal vez Epele apretaría en los últimos kilómetros. Todo podía suceder. Cuando llegué al kilómetro 55 me encuentro con amigos que por su cara no entendían qué hacía ahí primero. Otra vez me encontraba yo contra todos los pronósticos punteando tal como había sucedido en la 4 Refugios, tal como le sucedió a Mastromarino cuando empezaba a ganarle a los Keniatas en la maratón de Buenos Aires, sintiendo lo mismo que debe haber sentido Galen Rupp cuando se quedaba con una medalla olímpica en los 10.000 m de Londres 2012 frente a todos los corredores de origen africano.
Finalmente llega el último PAS, me fijo en el reloj y marcaba el km 56, pienso “como ya falta poco no voy a necesitar mucho líquido”, así que cargo una sola botellita (error que casi me cuesta la carrera). Sigo corriendo pensando que ya se comenzaba a bajar y a los pocos metros alguien me dice que faltaban 7 km y todavía faltaba una última subida, sentí que se me vino la noche. Muy rápido me quede sin agua y empecé a deshidratarme, quizás por el sol que ya se hacía notar. Que mal la venia pasando y cada vez con más miedo de que alguien aparezca por atrás y me arrebate lo que hasta ese momento tenía. Finalmente en el km 59 arranca la bajada, cada vez con más sed, sed que tuve que aguantarla hasta la mitad de la bajada donde una chica me alcanzó su camelback, debo haberle sacado 1 litro de bebida en un solo trago. En ese momento empecé a vivir nuevamente y a pensar en seguir bajando fuerte. Además la vista al Pacífico era impagable, fue un descenso de 600m de desnivel en menos 2 km. Terminé el descenso y sólo quedaban 500 m hasta el arco. Ya se veía la gente alentando, me fijo para atrás, no veía a nadie. Otra vez me decía por dentro «no puede ser…» Entré a la meta con 6 horas 12 minutos, y en realidad fueron 63 kilómetros, que si bien habían arrancado hacía solo 6 horas yo los había empezado hacía varios meses. Recordaba esos fondos largos con frío, o esas pasadas en pista a casi altas horas de la noche. También recordé a Raúl que siempre me dice «las carreras no se ganan ese día, se ganan acá haciendo pasadas y con entrenamientos de calidad».
Y así se nos fue Torrencial Trail una gran carrera del otro lado de la cordillera, es la primer carrera internacional, primera de muchas más eso lo tengo muy seguro.
Agradecimientos a mis principal sponsor que son mi familia y mis amigos, siempre dando aliento algunos desde bien al norte y otros desde bien abajo del país,
A la gente de Scandinavian con toda la indumentaria Mountain Hardwear Argentina,
Al Instituto Balseiro, mi casa de estudios que mediante la Universidad Nacional de CUYO también empezó a colaborar para que pueda seguir participando en carreras,
Al Club Andino Bariloche – Sitio Oficial, en especial Berta que siempre me da una mano,
A Konna Microcerveceria que me da la hidratación especial pre y post carrera,
A los chicos del #PamperoTeam y el #IBRunningTeam,
Y a mi entrenador Raul Mancilla, que sin su ayuda no estaría hoy cosechado grandes triunfos deportivos.
Felicitaciones a Luis Epele y a Treca que si bien no tuvo un buen día aun así sigue dando un ejemplo de cómo se debe hacer, tanto en 4Ref como acá nunca se dio por vencido. Eso demuestra que pelear hasta en los momentos duros es lo que se debe hacer, y eso en todos los ámbitos de la vida.
Vero Ramirez felicitaciones y a prepararse que nos esperan grandes carreras en el mundo.»
Crónica desde Santos Gabriel rueda