Greater Patagonian Trail o la mejor ruta en Chile que nunca podrás correr

“En la naturaleza, la adaptación es importante; el plan no lo es. Es una cosa Zen. Debemos planificar. Pero debemos ser capaces de dejar ir el plan, también” (Laurence Gonzales)
Este fin de semana el plan era hacer 160 kms continuos en formato travesía entre Termas El Médano y Puente Inglés, en la 7a y 8a región de Chile, con un apoyo en ruta en el km 40 y luego 120 kms de autonomía hasta el final, parte de una ruta mayor llamada Greater Patagonian Trail (GPT). Pero el GPT, una bestia indomable de ruta, se ríe siempre de tus planes.
Todos los que escriben acerca del GPT evitan describirlo con precisión y derivan a los lectores al material de lectura obligatorio: el wikiexplora de Jan Dudeck, creador de la ruta: http://www.wikiexplora.com/Greater_Patagonian_Trail y el manual correspondiente de 684 páginas. Y mientras más conozco de la ruta, más entiendo por qué. Pero vaya lo mínimo para sentar una base: “El GPT es una red de rutas informales que consiste en su mayoría de senderos, caminos, y rutas a campo traviesa que no fueron creadas para caminantes”, sin señalética, que a veces cruza terrenos privados, y que se extiende desde Santiago (Chile) a El Chaltén (Argentina) (aproximadamente 2,000 kms, y ahora con una extensión hacia el extremo sur de Chile, llegando a los 3,000 kms de largo).
La información está ahí y uno puede, en teoría, llegar e ir a recorrer esta ruta. Pero la determinación no basta, acá hay que hacer la tarea, estudiar y planificar. Y eso, a una nerd como yo, solo le genera mayor motivación. Y el que la ruta sea “difícil”, por ponerlo de alguna forma, es todo lo que alguien ya aburrido de las carreras de trail tradicionales puede querer como desafío mental, logístico y físico.
Es posible correr en el GPT, hay tramos sin demasiado desnivel o donde el sendero es claro, o sigues un camino de auto. Pero correr EN el GPT no es correr EL GPT. Tampoco puedes pensar en un FKT al estilo de los thru-hiking gringos en el PCT o AT en esta ruta. Primero, porque no es una sola ruta, siempre hay incontables opciones, y la que tomes dependerá de factores como el tiempo, accesos cerrados, equipamiento, o preferencias personales. Las rutas finales, por tanto, no serían comparables. Segundo, porque sea cual sea la ruta que elijas, tendrás que estar permanentemente navegando, no hay marcas que seguir que te permitan un ritmo constante. Eso requiere bastante esfuerzo mental y tiempo, aun cuando se reconociera toda la ruta previamente. Tercero, no hay abastecimientos cada 20 kms que te permitan ir liviano en cuanto a comida; con zonas por alta montaña, debes llevar suficiente abrigo; y aunque contaras con apoyo desde un vehículo, no siempre hay acceso para este.
Pero Jan explica todo esto mucho mejor. Así que les contaré solo de este intento del tramo “Laguna Dial”, el 7 de 40. El segundo semestre de este año había andado por los tramos 1, 6, 32 y 35, con miras a reconocer esta ruta para luego hacerla de forma continua, plan que tendrá que esperar, dado que su escala se revela más colosal en cada exploración. Para el tramo 7 en particular, había enlistado a un amigo para que me acompañara en la ruta, y a una amiga que haría de crew. Y eso de inventar hacer algo tan largo y ridículo y que te apañen con pocos días de anticipación, es de las razones por las que no puedo ser completamente cínica acerca del trail running, que hace que te encuentres con gente dispuesta a creer en hacer cosas algo fuera de norma, y ver hasta dónde se puede llegar. El “proyecto” no iba a tener un documental, ni fotos profesionales, ni iba a aparecer en las revistas de papel cuché (de todos modos, la Mai hizo un súper logo que se puede ver al comienzo). Solo íbamos a pasar un buen fin de semana en la montaña, con el GPT como excusa inicial.
Personalmente, además, tenía ciertas agendas: confieso que me produce satisfacción desmitificar las largas distancias, contribuir a que no se vean como algo que debes preparar todo el año para hacer solo en carrera, o algo exclusivo de sujetos especialmente talentosos; me gusta jugar en el margen y empujar a otros a lo mismo (por supuesto, con atención a aspectos como las propias capacidades, la planificación y seguridad, etc. -una cosa es tener un espíritu aventurero y otra es ser estúpido-. Pero acá íbamos con suficiente experiencia en distancias largas, llevando todo lo que debíamos, con redundancias en caso de que las cosas fallaran, y con la confianza de ser, en el fondo, personas sensatas y racionales).

El tramo tenía dos opciones: la regular y más verificada; y la alternativa, pero que nos permitiría ver la Laguna del Maule, además de incorporar un apoyo de nuestra crew en el km. 40, así que esa fue la escogida. Cualquiera de las dos tendría aproximadamente 100 millas (160 kms), con 5,000 mts de desnivel positivo.
Llevamos mochilas de aproximadamente 8 lts., tres baterías externas (35,000mAh en total), tres cables para cargar (de acuerdo con la Ley de Murphy, uno no funcionó, pero esto ya me había pasado, así que el error no iba a repetirse), dos celulares con apps de navegación, un Garmin inReach explorer+, sanguchitos, barras de proteína, gomitas, botiquín, un filtro para agua, mantas de sobrevivencia y ropa de abrigo.
La ruta comenzaba con unos 12k de asfalto, que hicimos a un ritmo demoledor en 1:15. Quisimos incluirlos con miras a lograr ese número icónico en el trail running de 100 millas, y respetar la integridad del tramo. Probablemente fue lo único que realmente corrimos, pero las distinciones de categoría entre correr y caminar no valen de mucho en el GPT.
Partimos con el calor de las 2 PM, lo que con las mochilas pesadas y luego de haber tomado unas cervezas Pehuenche, no fue exactamente fácil. Pero hay que respetar los spots y actividades turísticas locales, porque recorrer el GPT es una experiencia cultural-patrimonial además de deportiva.
Después del asfalto, la ruta se internaba por un valle siguiendo el río, con paredes de roca y vistas que ya pagaban el esfuerzo. Y al final de ese valle, una subida demoledora para llegar a una planicie verde que llamó a la obligatoria sesión de fotos haciendo como que corremos.

Hasta acá, km 35 aproximadamente, nada hacía presagiar los terrenos que nos esperaban. Nos encontramos con hielo, lagunas con nieve por sus costados, y tuvimos que buscar alternativas subiendo entre piedra laja y arena que se hundía al pisar. Eso hizo que llegar al km 40 al ansiado abastecimiento fuera ridículamente lento, encarnándose la máxima de la que habla Gonzales: “La segunda regla de la sobrevivencia es: Todo se demora ocho veces más de lo que se suponía debía demorarse. Esa es la regla de la fricción, a la que los viajeros en la naturaleza harían bien en prestar atención”.

Sabíamos que Maida nos esperaba en un restaurant cerca del control fronterizo, y cuando por fin nos estábamos acercando a este a eso de la medianoche, apagaron las luces, destrozando nuestras esperanzas de poder comer algo más sustancial. Pero todo era una broma cruel, en realidad nos esperaban y pudimos comer nuestros churrascos con cerveza. Después de una siesta express en el auto, salir al frío de la noche para continuar fue toda una muestra de compromiso con la estupidez. Los primeros 15 kms iban por la playa de la laguna, con algunas subidas, pero con terreno arenoso relativamente amable. De la laguna no veíamos nada, pero las estrellas eran suficientemente escénicas, y el ruido de los patos musicalizaba la noche. Llegamos a un río y como no estábamos dispuestos a mojar nuestros calcetines recién cambiados, nos sacamos las zapatillas y calcetines para cruzarlo. No sospechábamos de los ríos congelados y sobre la rodilla que tendríamos que pasar en unas horas una y otra vez. Pero antes de eso, vendría una bajada casi vertical por un acarreo, el paso más alto de la ruta y con la mejor vista, pero el más peligroso.

Sorteado eso, la ruta seguía un valle, a veces por la orilla del río y a veces subiendo por laderas donde los tábanos y las plantas agresivas no daban mucha tregua. El río y las montañas no decepcionaban con las vistas, pero después de unos 25 kms ya se hacían monótonos. En esta zona vimos a algunos arrieros, a diferencia del resto de la ruta, donde no había absolutamente nadie. Preguntamos a uno de ellos cómo llegar a Laguna Dial cuando nos faltaban unos 30 kms. Nos dijo: “No llegan hoy día”. Con esa clásica soberbia de trail-runners-aunque-vayamos-caminando, asumimos le demostraríamos lo contrario. Pero el presagio se cumpliría. Unos 10 kms más allá de este encuentro, la ruta se dividía en dos: una opción cruzaba el río, que a esas alturas ya era imposible, por su profundidad y corriente, sumado a nuestra falta de bolsas secas; y otra subía bastante por el cerro, opción que tomamos, para tener que enfrentar un cruel acarreo en bajada y luego encontrarnos con otra pared que debíamos subir y que no parecía segura por donde indicaba el track. Ante tanta adversidad y considerando que el ritmo que llevábamos no era el mejor, tomamos la sabia decisión de volver al control fronterizo de la Laguna del Maule por la ruta que acabábamos de hacer, y avisarle a Mai para que se devolviera a buscarnos ahí. Solo tendríamos que retroceder por nuestros pasos por 45 kms.


He “abandonado” todos mis últimos desafíos por temas de seguridad, y en ese proceso aprendes algo de cómo hacerlo mejor la próxima vez, pero también que hay que aceptar cuando simplemente no se puede. Por eso, los DNF de desafíos suelen ser DNF orgullosos, producto de buenas decisiones para conservar la vida.

El regreso tuvo como mayor complicación el sueño, que ya empezaba a ganar en la segunda noche sin dormir. El par de acarreos que hicimos en bajada tomaron todo el esfuerzo de concentración y físico para ser subidos; y cruzar los ríos congelados de noche, además de avanzar por los humedales que hacían que permanentemente fueras con los pies mojados y embarrados, no lo hicieron tan fácil.
Pero finalmente, sorteando estas dificultades y otras que no describiré por razones de decoro, llegamos a la nueva meta ajustada, 45 horas y 135 kms después, habiendo aprendido una que otra cosa, y habiendo pasado un buen fin de semana en la montaña.
“A veces las cosas salen mal, y si vamos a restringirnos a hacer cosas donde no pueda salir nada mal, no vamos a hacer nada muy interesante” (Laurence Gonzales)